La elección de la herramienta es una cuestión casi ideológica. Los “tradicionalistas” italianos, por ejemplo, prefieren la comodidad de sus amadas cafeteras mokas. Por ello, se resisten a la popularidad de las últimas máquinas de café diseñadas para su uso en el hogar.
Algunos celebran las nuevas cápsulas de café como la cúspide del disfrute individual: se adaptan a cada gusto y entregan una rica taza de café de calidad en cuestión de segundos.
Otros prefieren el encanto lento y meditado de la cafetera francesa, o el chemex. Esta última es una icónica cafetera diseñada por un químico alemán en la primera mitad del siglo XX, que se ha hecho un lugar en el MoMA de Nueva York.